Las geishas son criaturas de la noche, que llegan a acostarse a las 3 o las 4 de la madrugada todos los días. Así pues, es normal que su día no empiece hasta bien entrada la mañana, aunque dentro del hanamachi tampoco se permita mucha holgazanería y descanso. Es curioso, sin embargo, caminar por las calles del hanamachi a primera hora de la mañana: el silencio y la tranquilidad reinan por todas partes.
En Japón las geishas siguen siendo la personificación del iki, un cierto tipo de elegancia y un estilo descarado pero elegante que tiene relación con una manera especial de ver la vida. En el iki, tanto las emociones humanas como los ideales estéticos están entretejidos. Tener iki no es realmente un arte que la geisha pueda aprender, sino que es algo que debe existir dentro de ella y que se perfecciona mediante el minarai, o el aprendizaje por observación.
El mayor logro al que podía aspirar una geisha era que dijeran de ella que tenía iki. En esos momentos las geishas eran la combinación perfecta de los estilos de dos tipos de mujeres totalmente diferentes: las yujo y las shiroto. Las primeras eran las cortesanas, o prostitutas, todo lo contrario del iki: sus extravagantes y desmañados quimonos y su rimbombante uso del lenguaje a menudo eran objeto de burla. Las shiroto, por otra parte, eran mujeres que trabajan en la casa, como amas de casa o sirvientas, y vestían de una forma mucho más humilde pero, por supuesto, no tenían mucho interés. El iki de una geisha era un delicado equilibrio entre estas dos categorías estéticas tan antagónicas y a menudo les llevaba horas y horas perfeccionar sus maneras de vestir, su forma de comportarse y sus habilidades artísticas para mantener este equilibrio.
Aunque el tiempo y los esfuerzos que las geishas ponían en conseguir el iki pueden sugerir lo contrario, el objetivo principal era y sigue siendo conseguir una elegancia sobria.
El erotismo, de hecho, tiene un papel importante en el iki.
El iki, también, es refinado e inocente, pero desde luego no es naif.
Dentro del hanamachi se dice que para tener iki una mujer tiene que haber probado, por ejemplo, los frutos del amor, tanto los amargos como los dulces, y por eso las muchachas jóvenes rara vez tienen iki. El iki, pues, se consigue con los años y la experiencia.
En Japón las geishas siguen siendo la personificación del iki, un cierto tipo de elegancia y un estilo descarado pero elegante que tiene relación con una manera especial de ver la vida. En el iki, tanto las emociones humanas como los ideales estéticos están entretejidos. Tener iki no es realmente un arte que la geisha pueda aprender, sino que es algo que debe existir dentro de ella y que se perfecciona mediante el minarai, o el aprendizaje por observación.
El mayor logro al que podía aspirar una geisha era que dijeran de ella que tenía iki. En esos momentos las geishas eran la combinación perfecta de los estilos de dos tipos de mujeres totalmente diferentes: las yujo y las shiroto. Las primeras eran las cortesanas, o prostitutas, todo lo contrario del iki: sus extravagantes y desmañados quimonos y su rimbombante uso del lenguaje a menudo eran objeto de burla. Las shiroto, por otra parte, eran mujeres que trabajan en la casa, como amas de casa o sirvientas, y vestían de una forma mucho más humilde pero, por supuesto, no tenían mucho interés. El iki de una geisha era un delicado equilibrio entre estas dos categorías estéticas tan antagónicas y a menudo les llevaba horas y horas perfeccionar sus maneras de vestir, su forma de comportarse y sus habilidades artísticas para mantener este equilibrio.
Aunque el tiempo y los esfuerzos que las geishas ponían en conseguir el iki pueden sugerir lo contrario, el objetivo principal era y sigue siendo conseguir una elegancia sobria.
El erotismo, de hecho, tiene un papel importante en el iki.
El iki, también, es refinado e inocente, pero desde luego no es naif.
Dentro del hanamachi se dice que para tener iki una mujer tiene que haber probado, por ejemplo, los frutos del amor, tanto los amargos como los dulces, y por eso las muchachas jóvenes rara vez tienen iki. El iki, pues, se consigue con los años y la experiencia.
Extraido de La Pagina de los Cuentos, modificado para Onnanoko.